Producción literaria
A pesar de que he publicado mi
tercer libro (Praderas malditas),
un artículo en una reconocida revista local (Braçal) y de
que he quedado en un honroso tercer puesto en un concurso literario con mi
cuento «Los apestados»
(que pronto aparecerá en la correspondiente antología), 2022 ha
sido un año caracterizado por el desánimo y la escasa inspiración en lo
relativo a la narrativa. Durante cerca de catorce meses sólo fui capaz de dar
forma a un cuentecito de cuatro páginas. La cosa parece haberse animado un poco
más a finales de año, cuando he conformado cuatro historias más, todas ellas
también muy breves. La apatía creativa parece haberse adueñado de mí durante
una época indeseablemente larga, lo que se puede explicar por una situación
personal algo complicada que incluyó una molesta enfermedad el invierno pasado.
En el lado positivo, destacar que, con los nuevos cuentos redactados, he
alcanzado la cifra de 60 de
ellos acabados (es posible que incluso alguno más que haya olvidado), hito que
me enorgullece aunque quizá no sea demasiado meritorio para alguien que ha
sobrepasado el medio siglo de vida. En mi defensa al respecto, también he de puntualizar
que más de la mitad de ellos los he redactado en los últimos seis años, desde
lo que en cierta manera se puede considerar mi «regreso» a la narrativa, pues
durante al menos dos décadas estuve bastante distanciado de este género.
Libros leídos en 2022
En cuanto a lecturas, y tal y
como ya esperaba, 2022 ha sido también un año peor que el anterior. Ya he
comentado en otros posts que en mayo de 2021 comenzó una nueva «normalidad»
para mí que me priva de buena parte del tiempo que antes dedicaba a leer
(principalmente la noche). Así pues, con este horario mermado, en el presente
año he alcanzado por los pelos la cantidad mínima que me impuse en el Reading Challenge de Goodreads,
que es de una media de un libro al mes. Así pues, 12 libros, aunque uno de
ellos es realmente un cómic, que nunca acabo de considerar «libro» como tal
aunque coincida en formato, porque para mí esta disciplina artística (por lo
demás muy respetable) no exige el esfuerzo lector de una novela o un ensayo.
Varios meses del año los dediqué a empacharme (muy gustosamente) con una
antología compuesta por cinco
novelas de H.G. Wells (¿valen, pues, como «cinco» libros?). Si el año
pasado parece que fue el año de las biografías (5) y eché de menos más novelas,
en este 2022 he compensado esa diferencia leyendo 8 de estas últimas y tan sólo
2 biografías (como curiosidad, releí de nuevo la de Cecilia, que ya abordé en
2021). Además de esto, dos ensayos y tres recopilaciones de cuentos, una de
ellas en inglés. Al menos he intentado ser variado.
Como siempre, la cantidad de
libros leídos, las páginas de estos y su densidad no necesariamente son
proporcionales. Sin ir más lejos, la recopilación de Wells tenía 681 páginas,
de manera que, en realidad, y según el resumen
anual que te hace Goodreads, en cuestión de páginas he leído incluso unas
pocas más que el pasado año (¡y eso que la web no cuenta ya las palabras!). En
fin, que medir el rendimiento «lector» en libros sólo es una estimación
aproximada y relativa, pero es útil como estándar comparativo. Añado también
que, como conté en un post
anterior, no me limito a leer libros, sino que también leo otras cosas que
igualmente dan muestra de mi afición a la lectura.
Traducciones
Hacia mediados de 2018 me
encargaron traducir The House of the
Wolfings, una novela de William Morris que, hasta donde pudimos investigar, llevaba
inédita en castellano desde su publicación original en 1889. Pues bien: a los
pocos meses de comenzar mi trabajo… ¡apareció una edición en nuestra lengua
nacional! El proyecto resultó cancelado, y mis intentos de adentrarme en la
traducción de narrativa tuvieron que esperar algo más de dos años, cuando
decidí por mi cuenta y riesgo traducir Portrait
of Jennie de Robert Nathan y ofrecerlo a diversas editoriales. Una de
ellas, muy conocida y veterana, se interesó por la publicación de mi traducción
sólo para descubrir al poco tiempo que otra empresa ya se había hecho con los
derechos para publicar la obra más famosa de Nathan. Esa editorial fue
Avenauta, y tuve la enorme suerte de que aceptaran mi traducción y
la publicaran el año pasado. En este 2022 valoramos traducir también la obra
del escritor Charles Beaumont, también inédita en nuestro país hasta el
momento… Pues sí: justo unos meses atrás los derechos de esta habían sido
adquiridos por otra editorial española, así que parece que tengo buen ojo a la
hora de escoger proyectos de este tipo…
Descartada pues esta tercera
idea, mi producción de este año en lo tocante a traducciones se ha limitado a
varios reglamentos para juegos de tablero, campo en el que más me prodigo desde
que comencé a dedicarme a la traducción hace casi tres lustros.
Proyectos actuales y futuros
A pesar del año tan poco
productivo en cuanto a narrativa propia, lo cierto es que he ido acumulando
unos cuantos cuentos durante el último trienio, casi los suficientes para
conformar una nueva recopilación que bien podría ser la secuela de mi primer libro,
Cuentos sombríos. Me planteo, pues,
la posibilidad de publicar una nueva antología en 2023, pero no obstante antes
quiero sopesar opciones de edición y acabar algún que otro relato para
redondear este supuesto futuro libro.
Por otra parte, y con respecto a
mi ya larga investigación para el famoso
«libro
de los cines», últimamente he estado considerando publicarlo en varios
volúmenes, con objeto tanto de satisfacer a los amigos y colaboradores que lo
esperan, como de quitarme de encima una parte de este trabajo que me está
resultando eterno, pues algunos datos se resisten a aparecer más de lo
esperado.
Estos, además de la ya citada
antología de ciencia ficción de ZonaeReader, son de momento los que podrían ser
mis más inmediatos proyectos literarios para el año que empieza, pero, como
bien sabemos, factores inesperados y sorpresas varias pueden influir en mis
decisiones y trastocarlas para bien o para mal.
¡Seguimos leyendo y escribiendo en 2023!
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