Me quejo bastante últimamente de que
no leo, y esto no es del todo verdad. Lo que ocurre es que no dispongo del
tiempo del que antes disponía para dedicar a las lecturas que yo considero
«serias», que son básicamente libros, y, dentro de estos, sobre todo narrativa
y ensayo. Pero lo cierto es que leer, leo a diario, aunque se trate de lecturas
en formatos diferentes a los libros. Estas lecturas comprenden, entre otras
cosas, revistas, cuentos sueltos (virtuales o en papel), artículos (principalmente
en internet; consulto mucho la wikipedia) y, sobre todo, reglamentos de juegos
de mesa. Debido a mi gran afición a este hobby, estoy probando juegos nuevos
casi semanalmente, e incluso cuando vuelvo a jugar a los que ya tenía, a menudo
debo releerme sus reglamentos. Por si fuera poco, me dedico a la traducción y
he traducido más de un centenar de reglamentos en los últimos trece años,
algunos de ellos bastante complejos, con suplementos históricos y varias
decenas de páginas.
Todo esto implica una cantidad respetable de hojas y de palabras que pasan ante mis ojos todos los días; lo cierto es que no me he puesto a contarlas ni lo veo necesario. Pero, en fin, leer sí leo. Para mí es algo esencial y lo que no entiendo es que no lo haga todo el mundo. Cuando tengo que esperar en la consulta del médico, en la peluquería, en alguna oficina o comercio e incluso en la cola del supermercado, siempre acabo hojeando cualquier folleto o publicación a mi alcance o me sorprendo leyendo cualquier cartel de ofertas o de publicidad, eso cuando no me llevo yo directamente la lectura. ¡Es innegable que las palabras me cautivan!
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Música, historia, juegos... Algunas de las revistas que he comprado en el último año. |
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Reglamentos de juegos de tablero. Es rara la semana en la que no me leo al menos uno o dos de ellos. |
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