Admito que comparar la gestación de una obra artística con un embarazo es un símil obvio y recurrido, pero no se me ocurre ninguno más apropiado. De alguna forma, engendras a una «criatura» que puedes llevar mucho tiempo en tu interior (a menudo más de nueve meses) hasta que llega el momento del parto, a veces muy largo y difícil; eso si no tienes que recurrir a métodos más drásticos como la cesárea. Cuando nace esa criatura, puede no ser lo que esperabas; quizá resulte un retoño ingrato que, en cuanto tenga ocasión, aproveche para desmarcarse de ti y vivir su propia vida o, por el contrario, seas tú el que no reconozca a su semilla y la repudie…
Ateniéndonos
esta comparación, Cuentos sombríos II fue inicialmente un hijo no deseado y hubiera
podido acabar en aborto, pues es un libro cuya existencia peligró en varias
ocasiones y que, al final, podríamos decir que nació «de penalti». En un primer
momento, tras la aparición hace dos años de mi tercer libro, Praderas
malditas, decidí dejar de publicar por un tiempo que preveía largo. Las
razones son complicadas y tediosas de explicar en detalle, y las resumiré
diciendo que veía que mi humilde obra —si volvemos a compararla con un bebé— no
conseguía dar ni sus primeros pasos. No pretendía que accediera directamente a la universidad, se sacara una carrera y consiguiera un gran
trabajo, pero sí confiaba al menos en que la criatura llegaría a preescolar.
Sea como fuere, como a Legolas, «me pudo el desánimo» y decidí, por un tiempo, limitarme
a enviar mis historias a concursos y desestimar la autopublicación o
alternativas similares. Con este propósito llegué a finales de 2023, cuando
escribí un cuentecito del que me siento especialmente orgulloso, «Soledad»
(puede leerse aquí).
Satisfecho de este trabajo, y sobre todo también de algunos cuentos largos y novelettes
que había escrito en los años anteriores (especialmente «Ensueño (El misterio
de Celia)», el gusanillo de la publicación volvió a picarme.
No
reincidiré en la eterna pregunta de «¿Por qué escribo?» que nos hacemos tantos
escritores. Escribir es para mí una necesitad, aunque no siempre fructifique en
cuentos o novelas. A veces me basta con escribir algún post corto en mis RRSS y
blogs o los textos de las muchas traducciones que hago; el simple hecho físico
de pulsar teclas o de utilizar boli y papel con el fin de redactar algo. La pregunta que yo me planteo es:
«¿Por qué quiero publicar?». Hay muchas respuestas que se me ocurren a esto, a
las que puedo sumar las que leo u oigo decir a otros colegas escritores. No
puedo evitar sentir que pretender que otros lean tus escritos o conozcan tu
obra, sea en el formato que sea, tiene algo de ególatra, o de necesidad de que
refuercen un ego a veces deteriorado o inseguro, pero soy consciente de que hay
otras respuestas más amables que ven en el hecho de compartir nuestros escritos
una forma de expresar «lo que llevamos dentro», de hacerlo salir al interior
(de nuevo la idea del embarazo), y creo que esta visión algo más agradable y no
desacertada también es muy válida y preferible a la primera expuesta. Creo que
todos necesitamos expresarnos y compartir nuestras ideas, sentimientos e inquietudes con
gente afín, o al menos que simpatice con nosotros. Habrá quien se conforme haciendo esto en una
mesa de bar y con varias jarras de cerveza, hablando sobre cualquier tema de
actualidad más, menos o nada relevante; los hay que necesitamos otros medios
más complejos y menos rápidos para expresarnos como puede ser la literatura. Al
final, sopesando opciones y posibilidades, considerando mi opinión y la de otros
e intentando ser sincero, creo también que, publicando —al menos en mi caso—
hay cierto deseo de trascender, de dejar un legado por el que alguien nos
recuerde en un futuro. Sinceramente, y por ambicioso que pueda sonar, a mí me
gustaría que mis cuentos siguieran encontrando su público cuando yo ya no esté.
Me aterra el olvido absoluto, y no tengo descendencia que me vaya a recordar ni que vaya a reivindicar mi existencia y mis posibles hitos. Mis libros son mis hijos; es el leitmotiv de este post... Y, sin soñar tan a lo grande,
publicar es también una forma de autosatisfacerme, de motivarme, de creer que
hago algo mínimamente interesante y de que tengo algún talento. Me basta con un
puñado de gente al que entretenga mis escritos.
Dejando
la trascendencia o intrascendencia de la vida de escritor, o de la vida
sencillamente, paso, sin más, a presentaros mi nueva recopilación de relatos, Cuentos
sombríos II, preparada por fin y a punto de salir a la venta tras no pocos
avatares. Hay un momento durante el proceso de publicación de un libro que a mí
se me hace particularmente tedioso, hasta el punto de que llegas a plantearte
si desistir del empeño, y es el de hallar la manera de
sacarlo a la luz, la búsqueda de editor y todas las negociaciones con este una
vez encontrado, eso sin contar las infinitas revisiones que hacen que acabes
detestando tu propia obra y deseando no volver a saber de ella en al menos unos años. Tras considerar primero volver a recurrir la autopublicación, y
acabar renunciando a la idea al constatar lo arriesgado que era asumir una
tirada cuya venta y financiación no tenía aseguradas, comencé a repasar
editoriales a las que pudiera interesar mi libro. Decidí no repetir con
Esqueleto Negro, a pesar del buen trato recibido, porque juzgaba que la
obra no entraba en el espíritu que persigue la editorial. Es verdad que
contiene algunos cuentos de terror, pero la mayoría de ellos no lo son.
Encontré después, sugerida por un amigo, una editorial relativamente joven que pronto
se interesó por el libro, pero perdí el contacto con ella al poco de tener la
primera conversación telefónica, y me enteré, un mes después, que iba a
dejar de existir. La sorpresa no pudo ser mayor, pero son tantas las
decepciones y chascos sufridos en mi vida que me repuse rápidamente y acabé
volviendo a otra pequeña editorial con la que ya había contactado. Fue así como
James Crawford Publishing asumió la maquetación y publicación de Cuentos
sombríos II, que al final saldrá por el menos arriesgado canal de la ODP, impresión bajo demanda por estos lares.
Mi
nueva criatura abandonará pronto a su progenitor en busca de un hogar de
adopción, deseablemente muchos de ellos. ¿Te gustaría acogerla? Es un tanto
oscura y melancólica, incluso se torna algo siniestra en determinados momentos,
pero puede que te apetezca conocerla y te acabe proporcionando algún rato de solaz…