Nací
y sigo viviendo en Puerto de Sagunto, Valencia, España, hace ya más décadas de
las que me gusta admitir, y mi vida ha transcurrido hasta ahora sin ningún hito
memorable ni mérito más destacable que el de sobrevivir a las constantes
adversidades de esta, que no es poco.
No
sé si definirme como escritor amateur, proyecto de escritor o escritor en
ciernes, entre otras cosas porque tampoco tengo muy claro qué define a un
profesional (de cualquier arte u oficio) y qué lo distingue de un aficionado.
En cualquier caso, siempre me ha gustado escribir y lo he hecho de una forma u
otra a lo largo de mi vida. Desde pequeño quedó claro que tenía aptitud para el
lenguaje y para los idiomas, aunque no siempre supe aprovechar esa habilidad
para encaminar mi trayectoria laboral hacia derroteros en los que pudiera
sacarle provecho. Más dado a fantasear que a tener los pies en la tierra, dejé incompleta
una carrera de Filología Inglesa y hube de malganarme la vida en menesteres muy
alejados de la escritura o de la literatura.
Siendo
niño ya debuté como ingenuo “redactor” en algunos periódicos escolares y cree
incluso modestísimas publicaciones (periódicos y cómics) que compartía con mis
amigos. Posteriormente evolucioné a los fanzines, ahora ya con una tirada algo
más ambiciosa (si bien también discreta) a nivel nacional. En este nuevo siglo
me he prodigado en lo que considero el equivalente electrónico/digital del
fanzine: el blog, habiendo creado varios de ellos y participado en algunos
otros (véase esta
sección). Además de todo esto, he colaborado en fanzines de otros editores,
revistas universitarias, publicaciones locales y nacionales, etc, etc. Se
podría decir que mi pluma raramente ha parado quieta; sin embargo, sí que he
descuidado notablemente lo que yo considero la escritura “seria”: la
narrativa, la creación de cuentos y novelas en la que me inicié, y con gran
fervor, en mis años de instituto, pero por desgracia fui abandonando a medida
que me hice adulto, hasta el punto de dar a luz a alguna pequeña narración
aislada cada mucho tiempo.
En
noviembre de 2017 pude ver cumplido un pequeño sueño personal: la
autopublicación de un librito, Cuentos sombríos, recopilando relatos que había ido escribiendo a
lo largo de más de dos décadas. Está claro que la palabra “proliferación” y yo
hemos andado algo reñidos. No obstante, aquel sencillo logro reavivó en mí al
escritor –en ciernes, insisto– que una vez fui y me encaminó otra vez hacia la
ardua carretera de la confección de cuentos y, dos años después de la aparición del libro, le siguió una segunda antología, El tanque y otras historias olvidadas, esta vez confeccionada en poco más de quince meses. En la actualidad trabajo en varios proyectos que voy abordando sin premura, conforme me vienen las ganas y la inspiración, y que incluyen una novela, Ludwig
& Helena; o, los amantes conjurados, un libro sobre los cines de mi ciudad, y dos nuevas antologías de cuentos.
Muchos libros han marcado mi trayectoria como lector, en algunos casos por un tiempo definido, en otros de por vida. En uno u otro grupo, y limitándonos al campo de la narrativa, estarían las Leyendas
de Bécquer, el Drácula de Bram Stoker, el Frankenstein de Mary Shelley, El monje de Mathew G. Lewis, Cumbres Borrascosas de Emily Brontë, El Golem de Gustav Meyrink, El mundo perdido de Conan Doyle o los
cuentos de fantasmas del ya mencionado M.R. James, por citar sólo unos pocos. No quisiera con esta relación proyectar la idea de que soy monotemático, ya que en realidad abordo muchas épocas, autores y materias en mis lecturas. Me encantan las biografías (sobre todo de
escritores, directores, músicos y actores) y determinados períodos de la Historia,
especialmente la I y la II Guerra Mundial y la Guerra Civil Española, y de vez en cuando me gusta también sumergirme en ensayos sobre temas variados (viajes, lenguaje, etc). En mi página de Goodreads podéis ver una parte de mi biblioteca particular, que estoy añadiendo poco a poco. Sólo una pequeña
muestra de mis inquietudes literarias, a fin de no hacer interminable este
apartado
Mis
influencias
Todos tenemos influencias,
aunque parece que hay personas que no quieren reconocerlo, quizá por temor a
ser comparadas, a que les acusen de simples imitadores, o porque pretenden
dárselas de originales más allá de lo razonable. En cualquier caso, lo que está
claro es que todo autor busca su propio estilo; desea tener esa “voz” de la que
tanto hablan, pero esta no viene de la nada.
En mi caso, mi gran pasión es la
literatura fantástica decimonónica, especialmente en su vertiente gótica/romántica, y está claro que con esta acotación no me ciño a los
límites estrictos de aquel siglo: desde finales del siglo XVIII a principios del
XX han pasado por mis manos docenas y docenas de autores que publicaron en ese
lapso: desde mis queridos Arthur Conan Doyle o H.G. Wells con los que me inicié
al principio de mi adolescencia hasta ese H.P. Lovecraft en el que me prodigué
al final de la pubertad, pasando por muchos otros como Oscar Wilde, Sheridan Le
Fanu, M.R. James, Théophile Gautier, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe, Emilio
Carrere y un larguísimo etc, por supuesto sin olvidar a mi admiradísimo Gustavo
Adolfo Bécquer. Todos ellos, y muchos más, han influido en mi formación como
escritor y han satisfecho en mayor o menor medida, en un momento u otro, puntual
o definitivamente, mis ansias lectoras. Nunca me he cerrado a leer otros
estilos y épocas, pero el período acotado a principios de este párrafo es el
que me ha regalado mayores placeres literarios, donde más a gusto me siento, y
el que creo que es evidente que ha conformado principalmente mi estilo y mi
narrativa.
Luis E. Hernández Agüe