martes, 30 de mayo de 2023

1986: el comienzo

Tranquilos, que no se me ha ocurrido escribir una secuela de la famosa novela de George Orwell. Simplemente, 1986 es el año que, de una manera clara e identificable, marca mis comienzos «serios» en el campo de la narrativa, o el principio de mi «carrera» literaria, si puedo atreverme a llamarla así, aunque, en todo caso, el futuro demostraría que iba a ser esta una trayectoria bastante inconstante. Realmente ya había escrito artículos para revistas escolares y creado mis propios cómics y periódicos (de una sola copia) en años anteriores, pero no es hasta ese comienzo de la segunda mitad de la década de los 80 y mi penúltimo año de instituto cuando me empieza a apasionar de forma innegable la literatura, especialmente la decimonónica en sus vertientes victoriana y romántica (o gótica, para evitar confusiones), y más en concreto el género del terror. Ya había leído a autores como H.G. Wells o Arthur Conan Doyle, y devorado colecciones como la de Los Cinco de Enid Blyton incluso antes de acabar la EGB, pero es en ese 1986 o poco antes cuando comienzo a encadenar novelas y cuentos y a descubrir o reafirmar a una infinidad de autores que serían esenciales en una parte u otra de mi vida, o incluso para toda ella, y que van desde mi admiradísimo Bécquer hasta Stephen King, pasando por supuesto por Lovecraft, Poe y todos los clásicos del género. En mis largos y solitarios veranos de entonces en Altura, un pueblecito de Castellón, era capaz de leerme hasta cuatro libros en un mes, hito que nunca más he vuelto a igualar. Para mí, el siguiente paso natural era escribir mis propias historias, y a la primera de estas que conseguí completar la titulé El visitante nocturno. Tras ella (también, sobre todo, durante las temporadas estivales) comencé a rellenar pequeñas libretas con todos los cuentos que se me iban ocurriendo: entre 1986 y 1991 logré completar una veintena de ellos.

Hace pocos días recuperé aquellos viejos cuadernos con mis primeros cuentos, olvidados en una caja de mi garaje y cogiendo moho. Esto me ha permitido actualizar el listado de relatos de la página Narrativa, además de reencontrarme con mis buenos y fieles compañeros de juventud. La mayor parte de esta producción inicial no ha sido leída por nadie o casi nadie. Sólo un amigo de confianza llegó a leer varios de aquellos cuentos y me dio algunos consejos, y llegué a presentar algunos de los últimos a algún concurso literario y a una revista universitaria, aunque ninguno fue premiado ni publicado. Hoy en día no tengo interés por recuperar y revisar todas aquellas historias. Creo que cumplieron su papel a la hora de formarme como escritor y siempre estaré orgulloso de ellas, pero las considero parte de un pasado que —cosa inusual en mí— considero terminado y no echo de menos.

A partir de los primeros 90 fui abandonando la narrativa hasta el punto de tan sólo dar a luz algún cuento cada varios años. Es cierto que seguí escribiendo en revistas, fanzines y blogs, y todo ese bagaje también me sirvió como entrenamiento y formación para perfeccionarme. No sería hasta hace seis o siete años cuando decidí retomar mi afición por escribir historias y publicar mi primer libro, Cuentos sombríos. El interés que despertó mi humilde volumen me hizo recuperar las ganas de escribir cuentos durante los años siguientes, habiendo publicado desde entonces dos libros más y superado a estas alturas las cinco docenas de relatos, además de una novela corta. Curiosamente, desde el último año estoy otra vez en «dique seco», lo que demuestra —supongo— que carezco de la suficiente disciplina y motivación para ser un escritor constante. Al menos ahora muchos de mis últimos cuentos han quedado impresos, y tanto en manos de amables lectores como en estantes de archivos y bibliotecas, por lo que no se perderán durante años como me había ocurrido con los primeros. Confío en que mi modesta aportación al inmenso universo/jungla de la literatura universal me sobreviva e interese a algún lector ocasional en el futuro, cuando yo ya no esté en este mundo. Es lo más parecido a un legado que voy a dejar.

Primera de las libretas en que comencé a escribir mis cuentos en 1986.

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